Eso que veo, ese filamento de luz, esa brevedad hecha de
lo que no se toca más que con la mirada, eso que se permite la desnudez entre
dos hojas de las celosías, ese rayo de Dios, eso, es el cielo.
Un pájaro lo rompe.
*
Bajo el ruido del agua veo un dulce mundo curvo.
Es un brillo de carne y se desplaza.
Es un péndulo húmedo, que oscila sutilmente.
Es una rosa seca adormilada en un jarrón de arcilla.
Es una larga cierva en retirada, a través del polvillo de
un destiempo en el que yo no estoy.
El agua le quita del pelaje la piel del cazador.
Ya no es mi presa.
Tres días en la jungla.
Tres días se zarpazos en la carne.
Grandes gatos en celo.
Me miro el pecho y la espalda en el espejo.
Soy, ahora y aquí, cuando terminan los apareamientos, un
viejo tigre triste que se lame – solitario – los restos de la gloria.