Deletreo la noche de los solos,tu aparente maldad,la lucha por las causas sin remedio;hasta que las palabras amanecen
escritas por la vida,
La jaula de los solos - Manuel Martinez Barcia
Poemario del minuto veinte
La soledad rebuzna en mis costillas.
Hay un tufo a ciudad en todas partes
y revienta el neón sobre los cuerpos
tostados de catinga, smog y asfalto.
Despedaza el gasoil a las palomas
que cagan sobre cientos de cabezas
como la más patriótica alimaña.
Acampa el mundo entero en cualquier lado
y todos se putean y se escupen
intercambiando puños de venganza
mientras se oye Cadena Nacional
para todos y todas.
La ciudad nos devora los pedazos
que nos cuelgan apenas del nosotros
y oculta los demás
los que dejamos a merced de la furia de los perros
en medio de la zanja del suburbio.
¿Qué nombre hay que ponerle a la derrota
para que luzca su medalla al mérito?
Trabajo bien, lo sé. Soy efectivo.
También se nace para basurero.
Ya me comí la papa.
La herví durante un rato
y estoy apenas con el mate frío.
La gata se revuelca en los calzones
que acabo de planchar
- un hombre solo sabe hacer de todo
después de la milicia-
y ronronea clavándoles las uñas.
¿Qué pensara mi gata de su dueño?
¿Qué pensara mi dueña de su gato?
¿Quién será el gato entre mi gata y yo?
Escucho Gary Moore cuando estoy solo
y casi no hacen ruido los vecinos.
Me vuelvo correoso y paso sebo
para que deje de chirriar el alma
metida entre los tajos de mi mente.
Tengo dos celulares y dos computadoras.
Unos para el trabajo y otros para el placer
pero los mezclo como a varias sombras
en un cóctel nocturno de excrementos.
Hago y escribo porquería unísona
como si me confesara a lo católico
con un Dios que ha acampado en mi retrete.
El teléfono suena como un niño
que le tiene temor a los fantasmas.
Suena y suena, diez veces, quince, veinte
y todo es un ritmado monosílabo.
Un teclado en hebreo se confunde
con esta boca sucia y este cielo
más sucio que mi boca.
También escribo versos
en la segunda máquina, mi Toshi.
Debo tener más de un demonio adentro
pero no se me notan cuando canto.
Me salen comentarios en el medio.
- ¿De repente, será?
- Redepente es lo mismo, pero en joda
diría el Chavo del 8.
(No sé si lo conocen en España)-
le contesto y sonrío como un muchacho malo
que ha cortado una rosa
y la mastica.
¿Qué hago con la noche entre las sienes?
Me voy a cualquier parte en donde no esté yo
mientras escucho
lo que sucede en Siria y leo Aurora.
Remo al revés la vida.
¿Cuál es mi patria hoy?
Este posteo.
Dice que no le cuento donde habito.
Que estoy como una ortiga,
un ser sin alas
que se cosió la boca
y se amputó de pronto la caricia
que había en los dedos de teclear.
Después, una pelea ambigua, pelotuda
como un tira y afloja entre dos trenes.
Descarrila la paz.
Vuelve la tregua.
Dice que no le cuento donde habita
esta parte de mí que no conoce.
No quiero que se escape de mi lengua
el agua curativa de su boca.
Pero es mujer y a veces, también hace
de mujer que es mujer.
A mí me jode.
No me gusta que despierte al cínico
cuando logré dormirlo en otro charco.
Acción y reacción van paralelas.
La huelga de los subtes, los discursos,
las órdenes, las pajas, los idiotas...
Y uno se pone cada vez más fétido
más promiscuo
oloriento a ciudadano
con ganas de salir a cazar forros
y colgarlos del cuello hasta la muerte.
Me han mandado una luna en un idioma
azul y perentorio.
Desde la rigidez paso al descanso.
Aflojo la postura
alzo los ojos
y se me cae al suelo una sonrisa
encima de septiembre.
La recojo. La pego. La conservo.
La noche se reclina como un simio
dentro de un largo orgasmo de silencio.
Hace ya más de un mes que quedé viudo.
¿Me escucharon llorar por los rincones?
Quizás es un defecto esta cultura,
este extraño dolor disciplinado
que me mantiene en pie como una estatua
o más firme aún que un granadero.
Me quedé viudo, sí. Me quedé viudo
y sigo con mis mundos y mis mierdas
en una soledad abrumadora
más solo que la una.
Loco malo y austero. Loco malo
como animal que espera en la penumbra
a la voz de ese dueño que no tiene.
Todos somos un niño en los zapatos
de llevar el dolor.
Pero si tengo que decir la justa
yo nunca tuve espacio de ser chico
y sí, ordenadito para todo.
No busco el tiempo de seguir llorando
porque juego a las cartas con la muerte
y la voy trucar mientras me mira.
Nunca mato de espaldas a mi espejo.
Imágenes: JM Ballesteros - Denis Olivier