He terminado con un niño en brazos. Me parezco a él y por
eso es como si me llevara en brazos a mí mismo para no tener miedo.
En este desamparo nos parecemos todos.
No se puede consolar a los niños desde el propio desconsuelo
entonces yo ando con el niño en brazos.
He cambiado de mano el arma por sostener un niño; el mismo
niño que se prendía de mis pantalones y caminaba aferrado a mi pierna en un
comienzo.
Yo traté de hablar con él y desprendérmelo para poder
realizar tranquilo mi trabajo pero no me escuchó. Caminaba, entonces, arrastrando
la pierna y al niño prendido de ella. Todos me miraban caminar deformemente y
se reían porque no podía desprenderme del niño.
No me sentí capaz de desprender al niño que se aferraba a
mí.
No sé la edad del niño que ahora llevo alzado con mi brazo
derecho. Es un niño pequeño sin edad que llevo alzado con mi brazo derecho y
que abraza mi cuello con sus brazos. Nos movemos así como una misma forma
extravagante de un cuerpo que ha gemado un cuerpecito.
El niño viaja por este espacio hecho con restos abrazado a
mí y con el rostro remetido entre mi hombro, mi cuello y mi sudor y sujeto por
mi brazo derecho, como un paquete frágil que me han encomendado. Camino por
todas partes con el niño en andas y el arma en la otra mano. El niño no me
suelta y yo no suelto ni al niño ni al arma.
A veces se adormece. Se aferra con su pequeña fuerza a mí y
se adormece. Su peso cambia. Se vuelve un peso niño que no tiembla y sus brazos
se aflojan. Cuando eso sucede me quedo quieto. Busco un lugar para quedarme
quieto y no alterar su sueño. Pienso que el niño duerme aferrado a una estatua
que ha dejado –gracias a él– su condición de piedra.
Quizás ahora soy esa escultura en madera de un hombre que
cobija a un niño que duerme contra él.
Cuando lo tengo apretado contra mí, pienso en mis nietos.
Todos los niños de las zonas frágiles se parecen dentro de mí a mis nietos.
En la noche, Radio Tanzania intenta que comparta sus petacas
alcohólicas y beba. Repite que necesito darle tregua al alma.
Cuando me recuesto abrazo al niño. Nos quedamos así.
En el fondo, somos dos niños solos que se abrazan para poder
dormir sin tener miedo.
(De: La pasión triste)