רות
Te miro junto a
mí, intacta y ancestral, serena como Ceres dormida, así de pródiga. Un perfecto
prodigio inclaudicable en su esencia cereal, tu voz etíope que surge como un
rito desde la profundidad de los dilemas.
Tu nombre te
define y estás conmigo como un tambor de Dios, una impredecible manifestación
de la fuerza. Estás conmigo como un hecho de fe.
Te miro, y veo una
niña dormida, amasada de trigo en la mañana, humectada con leche y repujada en
sol. Estás hermosa como hace veinte años, y en tu belleza, en esa inmunidad de
tu belleza, no hay nada perfectible, porque tu serenidad no es perfectible. Es
una balsa dulce que redime la furia del naufragio y surca un mar que,
domesticado por tus manos, se le entrega.
Reconozco tu
aroma cuando me llega a través del aire. Tu aroma me da fuerza y alegría. Me
hace salvo. Y tu risa es una explanada con
magnolias, la sombra sideral de una alameda, un mundo hecho con nidos.
Tu nombre te
define como un gesto de Dios entre mis ojos y una señal de paz en mi latido.
Tenía que dar la
vuelta al mundo para volver a hallarte en nuestra casa, con tus manos
dispuestas al atajo que crean las caricias y tu boca dispuesta a enseñarme un
poco de tu sabiduría, de toda esa inquebrantable firmeza de tu paz.
Ahora te siento
respirar sobre mi pecho y tu respiración se lleva mis tormentas como un viento
de frutas, como un montón de alas que te prestan los Fénix de la vida y aquí
estamos, en una noche verde que vaticina invierno, después de hacernos el amor
como dos jóvenes que se vuelven sanamente vírgenes cada vez que se rozan.
Estás feliz.
Tendremos ya tres hijos cuando llegue el invierno y esta casa será una casa
ancha y perdurable, repleta de familia, ahíta de risas.
Sin vos, no lo
habría conseguido. Sin tu perseverancia, sin tu fidelidad de esposa bíblica,
sin tus pausas que obligan a pausarme, sin tus largos espacios de silencio en
que debo escuchar mi corazón, sin tu discreta ternura persuasiva que señala los
lucernarios en mis mapas, seguro no lo habría conseguido.
Te miro, dormida
junto a mí y siento una emoción que me avasalla.
Hoy me dijiste: “Hemos
soñado a tiempo”.
Y es verdad.