Abrí los ojos y estaba ahí, incómodo en la silla de hospital, sentado en una posición casi ridícula porque el exceso de kilaje lo hacía ver como una vaca metida dentro de un ambo de mala confección.
Sonrió, dedicándome su sonrisa rechoncha y satisfecha de hombre realizado en la vida y se inclinó un poco para besarme en la mejilla.
Si no hubiera tenido los dos brazos canalizados, me habría limpiado ese roce húmedo y su olor pálido a loción para después de afeitar.
— ¿Qué te pasa? ¿Vos también te hiciste puto que me estás chuponeando?— pregunté.
Él hizo uno de esos gestos suyos que parecen el sonido de un chistido.
— No viniste a la misa... Te estuvimos esperando. – dijo.
— Tuve un servicio en el exterior...¿Qué hacés acá?
— ¿Qué hay? ¿No puedo venir?
— ¿Me viniste a reprochar que no fuera a la misa por Pichón? – insistí y agregué— Por las dudas se te ocurra no me hagas misas a mí, porque me levanto de la tumba y te cago a bollos.
A mi hermano del medio siempre le molestó mi humor macabro porque se lo confunde con la sinceridad.
— No. Te vine a ver antes de que vos también te me mueras. No quiero enterarme después de que te entierren que me quedé sin decirte que aunque seas siempre el mismo hijo de puta, sos mi hermano mayor y te necesito todo lo que vos no me necesitás a mí.
— No te pongás romántico, Gordo... ¿Te está pegando el viejazo? Esas cosas ya las sé. No preciso que me las verbalices.
— Podrías haberme dicho que estás enfermo. Hablamos tantas estupideces siempre y las cosas importantes no nos las decimos nunca... Estás haciendo lo mismo que Pichón. Te la estás morfando solo. Así que vine yo a decirte esto que para mí es muy importante y a ver si se te pega algo por imitación.
— Yo no me voy a morir, Gordo, por lo menos de esta mierda no me voy a morir. Si me pegan un tiro en algún servicio, eso sería razonable... Pero ni de viejo ni de enfermo... eso te lo prometo.
— ¿De verdad?
— ¿Alguna vez te mentí?
Dentro de mí pensé que quizás esta fuera la primera vez.
El curvó, cohibido como un niño, esa sonrisa suya que casi tengo olvidada en la inocencia.
(De: Hojas de sombra)