Ella dijo: Te dije que esperaras. Y después también dijo que me dijo que dijo que esperara. Pero que - como siempre - no la escucho, que hago mi voluntad, que quiebro el dogma y no sé para qué, repitió aún, para escribir esas huevadas que hacen a tus catarsis personales y que lo único que te crean son conflictos y de paso me los crean a mí. Al final, con toda esa inteligencia que tenés, no sos más que un payaso útil que juega al escritor testimonial y no sale de sus propios choques morales que le importan a él solo, porque no hacés más que recocinarte en el caldo que ya se pudrió o se secó, de tanto que lo recalentás.
Te dije que esperaras, pero vos no esperaste. Nunca esperás, ni obedecés, ni se te pasa por la cabeza que hay cosas más convenientes que otras para escribir, sobre todo en un puesto como el tuyo. Hay cosas que no se pueden escribir en un puesto como el tuyo, enterate, querido, enterate. Enterate de una puta vez de que mientras seas lo que sos, no podés ser escritor. Y si todavía querés seguir siendo escritor, ya te dije que escribieras de amor, pelotudo. Escribí de amor. Escribí de las encamadas gloriosas que tenemos, de que yo te amo y no sé ya cómo defenderte de las defenestraciones que te buscás solo por tu afán de decir la verdad cuando nadie la quiere escuchar ni acá ni en China.
Ya te lo dije. Escribí de amor, infeliz. Escribí de amor. A alguna de todas las minas que tenés la debés querer ¿no? ¿A mí, un poco? ¿A alguien?
Te lo avisé, te lo advertí, te lo ordené: Escribí de amor, tarado, tonto, escribí de amor...y todos contentos y todos tranquilos y vos seguís siendo escritor y nadie se va a fijar en si escribís una boludez más o una boludez menos.
¿Pero sabés que te pasa? No sabés escribir de amor, porque ni siquiera te querés a vos mismo. Y lo que es peor es que te sos tan fiel, que por eso escribís esas cosas que solamente sirven para crucificar lo único que sabés hacer del todo bien, que es decir la verdad.
Andate a la base y no vuelvas en seis meses.
Esa es otra cosa que sabés hacer mejor que nadie: cumplir castigos.
Fotografía de: César Santiago Molina
Fotografía de: César Santiago Molina