Llegan las antiguas comitivas
trayéndome sus gatos de piel de porcelana y chillido agudo, que en la cama se
ajan y deshacen, torpemente, como figuras pintadas en un papel de arroz.
Siempre he sido promiscuo en la
satisfacción de mis expectativas.
Me divierto un rato con las
cosas y después me las como o las destruyo, por eso de lo posesivo y lo
carnívoro.
Infiel he sido siempre. Sólo no
le he sido infiel al amor de mi vida, porque le he sido leal hasta la
extenuación y porque, además, nos divertía jugar juntos a la infidelidad.
Cazábamos en yunta y luego, en
las camas de cuatro, dibujábamos nuestra propia película sueca encima de las sábanas
y el semen.
Pudor: la cosa ausente en mí. Tengo
eso de ser un elefante adentro de un bazar, feliz de destrozar cristales y
cerámicas primorosas, hechas para lucir paquetas.
Ahora, volviendo al bar, a ese
antiguo café donde plagian mi desdén las telarañas, la miro como se mira un
mico.
La observo, tan vigorosamente
puta, contándome su historia de filias que no existen. Debería decir
filiaciones, que además emparenta con felaciones, tema del que en realidad
quiere hablar y disimula por estólida impericia.
Inventa su estrategia como una
rata ciega que ha percibido el fuerte olor del gato que la caza.
Dice “café”, dos tazas, alerta
y desvelada en la noche profunda de mis ojos que la miran apelar al
desaconsejado ecumenismo.
Ella confunde términos a fuerza
de intentar hablarme en sánscrito.
—Ecumenismo no... ecuyerismo.–
la corrijo y ella agita su clítoris de manca porque me escucha hablar y me
busca en sus jugos de salinar tasajo.
La tomo por el mentón para
mirarla, desfigurada a fuerza de cortajearse el rostro para que siempre me parezca
nueva, pero la reconozco en cada gesto suyo de ser la misma ciega que hace el mismo
gesto con la misma mano.
—Estás ahí.– afirma y se baja las
bragas suavemente, para ofrecerme un culo temeroso, que tiembla para mí.
Hay un paréntesis sin piel ni corazón, entre el
grito lobuno y el destrozo.
(De: Back to black)
(De: Back to black)