Nunca entendiste esta realidad
sórdida.
No supiste leer entre los
negros la vocación voraz por la negrura y preferiste ciertos caireles de
cristal transparente que hicieran glin, glin, glin, cuando la señora que limpia
les pasa el trapo.
No entendiste a esta bestia que
mató los futuros cuando estaba en el vientre de su madre y nació en su pasado, como un presente sin amamantar que nunca ocurrirá.
No entendiste la lástima que
siente el predador mientras despedaza gozoso los bocados que ingurgitan su
hiel.
Ubicada en tu sombra, como una
muñeca que enviudó sin casarse porque nunca te compraron un muñeco que te
hiciera de novio, así estamos, una muñeca viuda y un animal cansado que la
mira y le lame algunas veces las mejillas llorosas, cuando aprieta la sed.
¿Qué podés pedirle a un
adefesio?¿Qué sea algo más que un adefesio dotado de un enorme poder de
imaginar?
A veces pienso que en vez de
ese silencio peculiarmente estricto después de tantos gracias, hubiera
preferido diluir suavemente la voz hasta que se apagara. Diluirla también en el
silencio, evitando de esa forma imaginar que, como alguna vez te dije, “hacés cualquier cosa para conseguir tu objetivo y te servís de todos si te sirven para tal fin, incluyendo en ese
todos también a un enemigo como yo".
De tanto en tanto veo que regresás a mí, como
los puertos.
Allí está tu silencio
inspeccionando en mis costumbres y te miro mirar, sin provocarte y sin que me
provoques. Ya hice mi trabajo, pienso siempre. Ese que te sirvió y del que te
serviste. Ya hice mi trabajo y vos dijiste innumerables gracias numerados por
tu satisfacción de ver ¡por fin! algo bien hecho que nadie hizo por vos antes
que yo.
Pero la paga es esta: un mutante en estado de usufructo.
Te serví como un muy oportuno idiota útil.
No pienses que me
quejo.
Felizmente, yo, hace ya mucho tiempo que perdí el interés por observarte.
(De: Back to black)