Sobre el dolor no se aconseja, porque el dolor es una circunstancia privada, íntima. Es una experiencia personal. No hay fórmulas que se puedan aplicar y que le vayan bien a todos. Cada dolor es personal y cada persona procesa el dolor a su modo. Entonces lo único que no se debe usar para acompañar el dolor, son fórmulas. No podemos ir avasallando las expresiones de dolor ajenas, tratando de que escuchen nuestras fórmulas o dándoles recetas de como sufrir o por qué o para qué sufrir.
La única forma de saber acompañar el dolor es observando el dolor, ver como el dolor se compone en cada ser humano y a partir de esa individualidad de cada dolor, aprender.
Solamente aprendiendo el dolor se puede acompañar el dolor ajeno. Pero nunca en base a fórmulas preconcebidas o a cuestiones casi deletéreas como que algunos se lo merecen en el camino de llegar al cielo .
El dolor es un hecho carnal. Es un trance carnal, visceral y personal. Solamente conociendo el propio se accede al dolor del prójimo. Solamente cuando uno se desangra aprende lo que es una hemorragia, por fuera de cualquier teoría sobre la extravasación sanguìnea.
Ese es mi punto. No hablar con supuestas fórmulas paliativas del dolor. Las fórmulas son siempre hipótesis teóricas para escribir en libros de autoayuda.
La mejor forma de acompañar el dolor es oírlo en la boca del dolorido y desprenderse de cualquier preconcepto.
Oír el dolor en la boca del dolorido.
Oírlo sin querer explicárselo a él (al dolorido), porque el dolor es dolor y no hay una "teoría del dolor". Hay práctica del dolor, solamente y para acompañarlo, es imposible ser un teórico de las fórmulas. Hay que ser un práctico de la condición humana.
Imagen: 3ª guerra del Congo - Campo de refugiados bajo fuego by Walter Astrada