Y somos inmunes solo en el delito
(Hoguera de Ideas - Mareva Mayo)
De tanto en tanto la ciudad
vieja es abandonada por la luz.
La luz se va y la medina permanece oscura,
igual que un laberinto en el que quizás nunca salga el sol.
En esas ocasiones, por dentro
de la oscuridad escucho el mar como a un sonido más allá de todo, más allá de
lo real y lo irreal.
Huyo del lecho y desde la
ventana a la que me acerco buscando ese mar que escucho, giro los ojos y veo a Hyde dormir.
Contemplo a Hyde y pienso en
aquella concepción victoriana de lo necesariamente feo, de lo desagradable, de
lo nefando que debe tener físicamente el mal.
Contemplo a Hyde.
Duerme plácidamente. Duerme
desangelado pero plácidamente, como una armoniosa escultura titánica. Duerme
con suavidad, como si ese Hyde no fuera Hyde. Duerme con suavidad como los
niños, imprudente en su sueño, con una serenidad al mismo tiempo dulce y
demoníaca.
Contemplo a Hyde dormir.
Desarmado su cuerpo a lo ancho del
lecho, lo veo como es. Alto, moldeado, con una carne trabajada en un cobre
doliente sobre el que se ha dibujado algunos jeroglíficos que representan sus
extraños instintos casi como un mapa de sí mismo que lo ayudara a hallarse.
Tiene un perfil agudo y agresivo, carismático.
Contemplo a Hyde dormir y
pienso que he desaparecido. Que ese monstruo hermoso que allí duerme ha acabado
conmigo y se ha comido mis mejores partes, que ahora veo en él.
Lo he dejado crecer
ininterrumpidamente, como crece un tsunami desde la ira del agua. Y ha surgido
así, como lo veo: un semental enorme al que ya me resulta imposible controlarle
el galope y que atropella nuestra mutua sombra.
Yo no existo si es que alguna
vez pude existir aunque fuera en las fantasías de Hyde por tener un Jekyll que
le correspondiera.
Yo no existo porque él, con su
mirada de herida que no cesa, se ha ocupado de perimirme para siempre.
Él es una contienda. Un
miserable. Una indisposición brusca del bien. Un arrebato mórbido que altera
los instintos y las cosas. Una violencia desaconsejable que se expande como un
tumulto hecho de corazones. Es un sojuzgador. Ni más ni menos que un turbio y
orgulloso ángel caído que pasea la falta de su Gracia por caminos oscuros y con
barro.
Yo no sé dónde estoy en su
almanaque.
Soy algo que no existe
materialmente hablando o una parte constante de su imaginación que huye de él
sin desprenderse ni despedirse nunca.
Contemplo a Hyde dormir
mientras escucho el mar y el sol es un rebuzno que amanece.
Por alguna cuestión Hyde no me
odia. Soy una parte importante en su desprecio y cuando a veces llora dice: "es
Jekyll".
Pero quien llora es Hyde.
Eso lo sé.
(De: Poiesis de las barcas - ciertos diarios de Hyde)
Imagen: Reflect the darkness by M. Imimini