Recuerdo
cuando llegaste a mí con tu corazón hecho de barcos. Eras como esos días que se
fabrican a base de horizontes y yo estaba de a pie, como un viento roído, igual
que hoy.
Era todo
jirón y todo ráfaga.
Pero
llegaste con tus proas breves que querían navegar en paz por ese lugar sórdido
sin paz. Querías navegar. No había mareas, todo era tsunami y vos, ibas y
venías desde la vela al muelle, atracada en el sueño de querer navegar.
El
invierno nos devoraba la palabra porque todo era invierno en ese invierno,
incluso la palabra.
Recuerdo
aquello aun cuando lo olvido. El bienestar ocurre en mi memoria cuando hace un
impasse el sufrimiento y entonces…ah, entonces, rememoro distancias que fabrico
y cercanías que nunca estuvieron y me hago con los aromas de tu cabello sucio
por las demoliciones, con este olfato que ha perdido el rastro de todos los
perfumes.
Huele a
escombro y a pólvora tu pelo en mi memoria. Huele a llaga tu pelo en mi
memoria.
Ahora
estoy ahíto por este mar de tierra. Hay esa cosa de lo inconmensurable aquí,
como un recuerdo que no acaba nunca y que parece escrito igual que los
graffitis, en todas mis paredes de aire.
Los
recuerdos son como las aves, macizos en un mundo de invisibles. Cuando ya creo
que te olvido, me mandás una carta. Entonces no te olvido. Es como si jugaras
con un reloj de arena a detener la vida una vez y otra vez en esa ensoñación de
tu memoria que padezco por lapsos.
Aquella
vez te dije que eras una virgen mojigata de cadera bravía. Tu mano se rompió en
mi mejilla como si te hubiera maldecido mi boca. Te dio ira saber que me
gustaba tu cadera pulposa en ese tiempo sin frutas ni madera, porque querías
que mis ojos torpes vieran primero tu corazón.
Entonces
no te amaba.
Entonces
no te amaba y los dos lo sabíamos. Yo no tenía tiempo para amar y los dos lo
sabíamos, como sabíamos que un solo amor no alcanza para dos.
Ahora sí
te amo. Te amo mucho. Te amo desde aquí, desde el recuerdo que no se hace
olvido, porque hay cierto idealismo en el amor cuando después de que ha pasado,
se descubre que estuvo y no lo vimos. Te amo con nostalgia o amo tu nostalgia y
ese reposo manso de tus ojos bovinos y pacíficos, que habita mi memoria. Estás
guardada en ese pliegue de mi propia vida, como un pétalo seco. Estás ahí. Te
encuentro cada tanto cuando hojeo mi libro de idioteces, porque, ya sabés,
tengo un largo libro de idioteces que describe en mi vida todo aquello que dejé
pasar.
Ahora
que es tan tarde, sí te amo.
(La pasión triste)
Imagen: Man and woman embracing, close-up
por Shalom Ormsby