“Ciudad de mierda que sigue
tan igual a su inodoro. Ciudad. Ciudad de mierda. Maldita ciudad. Maldita
mierda de ciudad de mierda.
Tanto odio acongoja. Tanto
odio acongoja. Tanto odio que en realidad es tanto dolor, solamente es congoja.
Ciudad de mierda que produce tanta congoja y tanto odio. Tanta congoja termina
por odiarse. El odio y la congoja se parecen. No se puede respirar bajo su
mano. Odio la congoja y me acongoja el odio. Puta ciudad, mierda de ciudad.
Maldita ciudad de odio y de congoja que acongoja y se odia en una confabulación
hecha solamente para malditos. Sólo para malditos. Como yo”.
Antes, cuando estallaba de
dolor, escribía con una descontrolada incontinencia. Me desangraba con
incontinencia e impudicia. Lo sacaba de mí como a un reflujo que se lanza
incontrolable por la boca y apacigua el estómago al salir. Era mi sanidad. Me
curaba escribiendo al echar sobre el papel la herida con su fetidez y purulencia
y conseguía entonces mantenerla lejos, allí donde la ponía mi desesperación. Así
era que sanaba y retomaba el camino por las zonas liberadas de la vida.
Ahora todo se me queda
adentro y se me pudre sin que consiga separar las aguas servidas que engordan esta
sangre infecta; separarlas de cualquier otra agua curadora. Se ha roto mi sistema
sanitario de potabilización o en realidad ha mutado y ahora es un sistema
cloacal cada vez más sucio y más enorme, por el que rugen ríos de inmundicia.
Mis pocos puertos han
colapsado bajo la evidencia de ser sólo un invento de mi remero interior. Al
fin se ha dado cuenta de lo solitario e innegable que es el mar de pus en que navega. Han dejado de distraerme
las gaviotas y las noches donde se levanta desde el horizonte el plenilunio. Ando
analfabeto de plegarias y he vuelto a portar armas que ya consideraba
abandonadas, como en un regreso a la obstinación por mi supervivencia.
— Las ratas son así. También
las cucarachas. Tienen su propia bitajón.— murmura Benedict, no sé si ortodoxo
o filosófico— Igual que vos.
A veces pienso que me conoce
mejor que lo que yo consigo conocerlo a él siendo que se supone que Benedict es
la parte transparente de este depreciado cristal roto y cubierto de caca de mosca.
(De: Animal de tormenta - los diarios de Aivan Jaid)