“Será que ninguna historia es capaz de repetirse a sí misma aunque se repita en la generalidad.
O sí, y por eso es imposible anclar las historias al olvido, aunque ya ni siquiera tengan protagonistas. Aquello que duele nunca se olvida. Se olvida, sin embargo, lo que nos hace felices. Lo que duele, siempre, ocupa mucho lugar.
Cuando la felicidad se recuerda, trae esa nostalgia sorda, dolorida. No se puede recordar la felicidad desde la felicidad. Dos felicidades no se atan entre sí…ni en mí.
No hay nudos en la felicidad para mí; es algo desamarrado.Yo soy algo desamarrado, un cabo de algo roto que no encuentra su correspondiente en ese muelle donde procurar que la vida deje de navegar a la deriva de sus propias sombras.
Tengo momentos de éxtasis.
El mío es un éxtasis callado, apocopado por su sí mismo. Un éxtasis en el que están divididos los poderes democráticos y los poderes fácticos como dos personalidades de una misma borrachera protagonizada por diversos fantasmas poco populares. Los verdaderos miedos son públicos pero no populares. Ocurren.
Los miedos no pueden anclarse al olvido, como ciertas historias tampoco pueden anclarse al olvido. Las historias con miedos no se olvidan. Se vuelven una firme cicatriz que recorre nuestras zonas sensibles como una descarga de trofoneurosis. Siempre están ahí. Alcanza un roce para desencadenarlas.Están ahí, con la misma certeza con que la muerte nos acompaña desde el nacimiento.
Esta “causa” es así”.
— Solamente los culpables van
a salir vivos.— murmura en el teléfono, cuando consigue recuperar el habla,
luego de la noticia.
Alguien le responde: “No
es novedad. Siempre lo supiste”.
Yo pienso igual que el
interlocutor. Siempre lo supe, lo supiste, lo supimos. Está en nuestra mala
historia y es parte de lo que nadie nunca escribirá bien porque en ciertos certámenes
de mala conciencia, es fundamental saber usar el error conceptual lo mismo que
el error de tipeo y todo se transforma en la constante de: "donde dije digo,
digo Diego".
— ¿Sabés que pasa, Aivan?— le
digo, desde el espejo en el que veo sus ojos y desde el que me animo a interrumpir
su charla telefónica— En ciertos asuntos, el error conceptual radica en decir
la verdad.
Y el del teléfono contesta: “A
vos siempre la verdad te sale cara. Quedate ahí, que no hay extradición. Haceme
caso a mí, cuervito lindo, quedate ahí que no hay extradición”.
Lástima que ciertos bichos
tormentosos no entienden el dulce beneficio de la cobardía.
(De: Animal de tormenta-los diarios de Aivan Jaid)
Imagen:"Time smoking a picture" by William Hogarth