En esta vacuidad del sin embargo
no sé como nombrarte.
Cuando hay luz en el fondo de las sombras no sé como nombrarte,
con qué sílaba hirsuta coronar mi saliva
alimentar mis dientes de morder la quejumbre
y levantar el mundo del suspiro con que un nombre se sueña.
No sé como nombrarte.
Me limito a hablar de los opuestos y los gritos
frente a tu nombre de acústica rocosa como un mundo imponente
como un mundo de grutas y suicidas
y caracoles parcos y mar hondo que se deshace, frágil, como un miedo
al que el sol dice basta.
No sé como nombrarte sin deshacer tu nombre en precipicios
y en pájaros de piedra
o en árboles sin olas de hojas verdes que otoñecen a solas
crepitando.
Tu nombre, el que elegiste para nombrarte entera,
tiene aristas umbrosas y caminos al borde del fragor.
Es un nombre irrompible como una cordillera de basalto
y una tormenta de boca piroplástica
llena de piedras líquidas y fértiles.
No me acostumbro a su sonoridad crepuscular
como un crespón de ausencia sobre una ruina druida.
No sé como nombrarte sin letras aspiradas ni fricciones rasposas.
En tu nombre hay collares de amatistas y jaspe
duros como una colección de gemas vírgenes sin la mano del hombre
y no hay élitros débiles.
En tu nombre se acuesta una muralla en la que cae la noche.
No sé como nombrarte con el fuego y menos sé nombrarte con el agua.
Todo tierra, en tu nombre de combate callado
y de ciudad antigua como una fortaleza donde el olvido duerme
no me veo en el árbol ni me veo en el pozo ni me veo en el cereal o el aire.
Soy esa bestia rara que trota sin su sombra y trota sin su ruido
buscandote los mapas con las puertas donde vuelan vocales emplumadas
como altas aves míticas que rezuman buen sol.
Quizás tu nombre sea mujer.
No sé.
Pero así suena.
no sé como nombrarte.
Cuando hay luz en el fondo de las sombras no sé como nombrarte,
con qué sílaba hirsuta coronar mi saliva
alimentar mis dientes de morder la quejumbre
y levantar el mundo del suspiro con que un nombre se sueña.
No sé como nombrarte.
Me limito a hablar de los opuestos y los gritos
frente a tu nombre de acústica rocosa como un mundo imponente
como un mundo de grutas y suicidas
y caracoles parcos y mar hondo que se deshace, frágil, como un miedo
al que el sol dice basta.
No sé como nombrarte sin deshacer tu nombre en precipicios
y en pájaros de piedra
o en árboles sin olas de hojas verdes que otoñecen a solas
crepitando.
Tu nombre, el que elegiste para nombrarte entera,
tiene aristas umbrosas y caminos al borde del fragor.
Es un nombre irrompible como una cordillera de basalto
y una tormenta de boca piroplástica
llena de piedras líquidas y fértiles.
No me acostumbro a su sonoridad crepuscular
como un crespón de ausencia sobre una ruina druida.
No sé como nombrarte sin letras aspiradas ni fricciones rasposas.
En tu nombre hay collares de amatistas y jaspe
duros como una colección de gemas vírgenes sin la mano del hombre
y no hay élitros débiles.
En tu nombre se acuesta una muralla en la que cae la noche.
No sé como nombrarte con el fuego y menos sé nombrarte con el agua.
Todo tierra, en tu nombre de combate callado
y de ciudad antigua como una fortaleza donde el olvido duerme
no me veo en el árbol ni me veo en el pozo ni me veo en el cereal o el aire.
Soy esa bestia rara que trota sin su sombra y trota sin su ruido
buscandote los mapas con las puertas donde vuelan vocales emplumadas
como altas aves míticas que rezuman buen sol.
Quizás tu nombre sea mujer.
No sé.
Pero así suena.