El 2
Todos desarraigamos alguna vez al menos.
Todos desarraigamos del hábito profundo
y cambiamos de voz y de mutágeno.
Necesitamos alejar la estopa
del fuego imperdurable
y hacernos con añicos de otros espejos rotos.
En el caleidoscopio de veleidad vacía
somos multicolores, fugazmente
con una indefensión irresponsable.
El tiempo no devuelve los viejos crisantemos
ni absuelve
impasible
al deterioro.
En las viejas escuchas
se esfuma la zozobra y se hace niebla
debajo de la sombra, su humo muerto.
El 3
Claro que hay un después.
Siempre guardo un después entre los dientes
de aquel que resucita de un repollo.
Los malos hábitos son sólo malos hábitos
tengan la voz que tengan
y la luna que tengan sobre el reloj de sol.
No contradigo el sino.
Me he habituado
a repetir y replicar seísmos entre rosas de esperma.
Cuatro filas de dientes como un shark de película,
mordedor de la fábula,
retasador del cuento que ha cerrado su espita
al hollín manoseado de la lengua
que se bifurca, asociada y sosa.
En esta habitación desaforada no existe el interés
ni el menoscabo.
Cada uno es una vela al viento
y navega en la burla más conspicua,
lejano y temerario como su propio mar.
Cada uno de todos los conmigo
es un arrodillador de anticiclones.
(De: Pandemia de oceanario)