Apendicitis crónicas (las páginas colgantes)

TEORÍA DE LA PROSA - IRRESPONSABILIDAD DEL VERSO - IMAGINACIÓN DEL ENSAYO - INCERTIDUMBRE DE LA REFLEXIÓN

Amores necios



 

Una mujer me escupe, me susurra,

me tapa con razones y me increpa

con su boca estigiana

que reniega de mis malos modales

para amar o sentir,

de mis incongruencias repentinas,

de mi deslealtad irrespetuosa

 

y de la ausencia de mi corazón.

 

Una mujer

abre la jaula fácil de mi nombre y descubre

que se acabó el alpiste y el agua es una oruga

de algas repodridas

y que se han petrificado las cagadas

como estalagmitas de cagadas

hasta petrificar también al pájaro

que me habitaba el nombre.

 

Una mujer

me nombra con un susurro inverosímil

como un mantra

que obedece a alguna lengua muerta

y yo escucho

aunque no tengo oídos

para apretar ningún amanecer

en esta situación de «bajo mínimos»

en que escupo, susurro y reclamo

que con su boca reme hasta mi orilla.

 

 


 

1)

 

Nuestro amor ha gozado de alguna necedad

como esta perdurable permanencia en el imaginario

de lo irreductible.

 

Ocupamos una página gótica

disfrazados con nuestras propias bestias

dentro del bestiario que han colectado los pusilánimes

 

esos,

que no se plantearon crearse tu boca a su medida.

 

Crear tu boca para devorarla sin mordiscos

ha sido un desafío para mí

desde el comienzo de los besos hasta ahora

en que le gotean las palabras preñadas

y los silencios inviolables.

 

He creado tu boca con dos filos de luna

y la he galvanizado con braquets de indolencia

para mellar mis mordidas homicidas.

 

Tu boca a mi medida es una fruta de metal turgente

que no sé devorar

por más que digan en el bestiario de los pusilánimes

que soy tu predador.

 

No tengo dientes que anteponer al llanto

de los sueños sin alas.

 


 

2)

 

Seguro que vendrán como lebreles,

como terriers que siguen el venteo sonoro de tu falda

a través de las hojas manuscritas.

 

Vendrán a rescatarte con sus cetros de oro,

sus trajes ajustados de atildado Luis XV

revoloteando con sus pelucas empolvadas

y sus abanicos de aventar demonios que respiran tu huella.

 

Vendrán para tu dádiva y tu carcajada

porque son incapaces de imaginar tu llanto de valquiria

o tu peñón inhóspito en la niebla donde la vida ocurre.

 

Vendrán por la mujer que los deslumbra

con sus tumbas que huelen a cadáveres viejos

y su cordón cuneta con muertos juveniles,

seducidos por el charmé asesino de tu lengua

amarga y malquistada.

 

Vendrán como se fueron,

a buscarte el agosto de los sueños dañinos

en que el olvido aturde la caricia.

 

Quimera que te cuida, la noche anida en mí

como tu cuerpo es luz que se dispersa

en roncas mariposas

 

y que mi mano absuelve,

 

sin palabras.

 


 

3)

 

Esta vez, el silencio no traerá calamidad.

 

Por el contrario, en la frontera de los banderines

la entrada será libre y gratuita para los peregrinos

 

y para los furtivos que fraguan pasaportes,

permisos de residencia,

o llegan a robar los deslustrados tesoros de la casta.

 

Abiertas las fronteras a las rapaces aves migratorias

del canto de sirenas,

el mercado regresará a sus mercachifles coloridos,

a sus encantadores de serpientes y lagartos,

a sus músicos que no consiguen afinar en la

y a los nostálgicos de las girándulas y los apocalipsis.

 

No tener un dragón no te hará daño

al menos esta vez

en que la nueva invasión es necesaria al aire

 

como ese petricor del que te gusta hablar

cuando nos vamos de luna, cara al cielo.

 

 


4)

 

La levedad nunca ha sido una consejera propicia

ni aunque tratemos de evitar la pisada

que marca lo rotundo.

 

Lo elefantiásico de la huella nos predice

en las marcas del alma.

 

Producimos,

–para nuestra penalidad–

depresiones en el tejido etéreo

que se llenan de sangre y luego pulsan

con un ritmo alocado.

 

Hemos aprendido de los viejos volcanes

el rigor de lo que es incapaz de madurar la ausencia

y ataca

–con rebelión terrestre–

la naturaleza de todos los ocasos predecibles.

 

Mi fiera fiel,

mi hogar leal,

mi roca residente,

mi larga sucesión de para nunca

en lo irreconciliable de mis siempres,

 

atado a este retiro de indulgencias

te observo proponer lo que desata sin deshacer el nudo

mal ceñido en un rincón del sino:

 

«libérate y regresa un día de estos».

 


 

5)

 

Esto que hago

es una especie de desaprendizaje.

 

Un regreso a lo darc tan necesario a mi supervivencia.

 

Mantener en la boca las continuas deslunas del suspenso

deshabitar la calma,

acidular la miel de lo que nunca mutará en ceniza,

cargar el repertorio con antiguos hedores

y dejar que refluyan los crujidos a hueso descarnado.

 

Esa victoria pírrica sobre la antigüedad de tus cadáveres

solo ha alojado ruina en los pasillos

 

y las malas arañas

tejen sus leyendas de sal sobre los ojos

de las perfectas fantasmagorías

que insisten pegadas a los muros.

 

La gloria ha caducado en su oropel de miedo

mientras todas las ratas que han saltado del barco de la fe

están ahítas de su propia mierda

en despensas vacías.

 

Solo hay que dejar morir lo que no sirve

para prevalecer.

 

Y luego,

renacer holgadamente oscuro y torrencial

para ser destripado por tu idioma.

 

6)

 

¿Cuál será, luego de esta transición

el formato para nuestros abrazos?

 

¿Un desorden de sombras

que se buscan con fiera intensidad, desvaneciéndose?

 

¿Un líquido crepúsculo en que abrevar

la libido y la estampa?

 

¿Una sedosa tiranía

en los labios pelados por un viento de invierno?

 

¿Cambiarán los abrazos su vocación de besos?

 

Y las lenguas

¿las lenguas cambiarán su expresión monolítica

en aras de la cosa pública?

 

¿Estaremos así

de esta difícil forma con su piel animal

y su barahúnda de suicidios vocálicos

atados a la perdurabilidad de un amor que no jura

haberse puesto eterno de toda desmemoria?

 

Yo no puedo saberlo desde la realidad en que desato

toda mi leonera de certezas

 

pero obedezco a las premoniciones de la hondura

que no juega con límites

la clausura de su esplendor barroco.

 

 

 

7)

 

Pensé, mientras leía:

 

y quizás sí tenga –en el fondo–

ese romanticismo monstrueril

(de monstruo pueril)

que ha nacido con «alma de bolero».

 

Se me han pasado los días de la furia.

 

Ahora, solo me dejo estar

con la serenidad de quien se hamaca en un parque ajeno

perteneciente a una ciudad prestada,

 

solitario está allí

oscilando con dulzura de péndulo

que va de un lado al otro sobre un campo nocturno

en el que nunca llueve.

 

En esta economía irregular

ya no derrocho verbos para explicar la cima y el barranco.

 

Los ahorro como tiras de piel

con que coserle un abrigo a tus canceles

y no ser esa multitud de inconexiones

que abusan de la sonoridad y la memoria.

 

¿Qué soy?

Un laberinto en el que estás reclusa

y que no tiene casi escapatoria

porque te ha secuestrado

con su ruptura lenta entre tus ojos,

monstruoso y pueril… casi un bolero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Participan en este sitio sólo escasas mentes amplias

Uno mismo

En tu cuarto hay un pájaro (de Pájaros de Ionit)

Un video de Mirella Santoro

SER ISRAELÍ ES UN ORGULLO, JAMÁS UNA VERGÜENZA

Sencillamente saber lo que se es. Sencillamente saber lo que se hace. A pesar del mundo, saber lo que se es y saber lo que se hace, en el orgullo del silencio.

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Feria del Libro de Jerusalem - 2013

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Acto de fe

Necesito perdonar a los que te odiaron y ofendieron a vos. Ya cargo demasiado odio contra los que dijeron que me amaban a mí.

Irse muriendo (lástima que el reportaje sea de Víctor Hugo Morales)

Hubo algo de eso de quedarse petrificado, cuando vi este video. Así, petrificado como en las películas en las que el protagonista se mira al espejo y aparece otro, que también es él o un calco de él o él es ese otro al que mira y lo mira, en un espejo que no tiene vueltas. Y realmente me agarré tal trauma de verme ahí a los dieciseis años, con la cara de otro que repetía lo que yo dije tal y como yo lo dije cuarenta años antes, que me superó el ataque de sollozos de esos que uno no mide. Cómo habrá sido, que mi asistente entró corriendo asustado, preguntándome si estaba teniendo un infarto. A mi edad, haber sido ese pendejo y ser este hombre, es un descubrimiento pavoroso, porque sé, fehacientemente, que morí en alguna parte del trayecto.

Poema 2



"Empapado de abejas
en el viento asediado de vacío
vivo como una rama,
y en medio de enemigos sonrientes
mis manos tejen la leyenda,
crean el mundo espléndido,
esa vela tendida."

Julio Cortázar

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.
1a. edición - bilingüe