como un grito espacioso de fatiga,
vos
la que levanta pájaros en el pecho del mundo
la que surte profundos himnos de agua
en la sed de mis ojos
la que anda con mis jirones de alegría entre sus dientes
como llevando pan
como llevando nidos destejidos de aire
como llevando parte de mis costillas rotas
como llevando todo mi peso
siempre
apareciste entre mis mordiscos
hecha de mis severas maldiciones
puteada en mis idiomas carniceros
odiada mansamente por este animal árido
que aceptaba el destino de tu fuerza
apareciste entre mis explosiones tenebrosas
toda de candelabros y de mantras
mientras yo me afanaba con mi tumba
cavando a toda orquesta
sosteniendo a mi muerte del cabello
porque te vio y huía
apareciste como un puntal de mi costado flaco
de mi torpeza embólica
de mi tartamudez desafectiva
de mis armas de guerra y mis sollozos
apareciste y te quedaste ahí
como una jalâ santa en mi mesa sin dios
entonces mis hambres te comieron
con todas sus mandíbulas
y todos
sus vacíos de estómago
y se volvió mi mundo un juramento
a tu carne de azúcares avaros
azúcares inhóspitos y avaros
me quedé a tu costado con las armas cansadas
y los pies monolíticos
me quedaste, mujer, a tu costado con la mano tendida
y yo ahí
volviéndome decente en medio de tu palma prodigiosa
eso es lo que soy
ese oeste sombrío
amoroso y violento
guardián del cuadrante de tu brújula
y vos
mi este inamovible