Ahora
viajo en avión.
Se
puede decir que hice con mi vida lo que quise. Que, al final y después de tanto
encierro, hice lo que quise, como el viento.
Conozco
prácticamente todo el mundo. Me falta China. Me falta Japón. No me llevo con el
Lejano Oriente y no sé por qué no me despierta curiosidad. Me muevo por la
curiosidad. Sí, llegué a Tailandia porque me mandaron, pero no me hallé. Hay
partes del mundo para las que uno sirve y otras para las que no sirve. Por eso,
siempre termino en África. Yo sirvo para el África.
Nací
en la República Argentina, en la ciudad de Córdoba o sea, en Córdoba Capital.
No vivo ahí aunque todavía hoy arrastro en las palabras, al hablar, la vocal
tónica. La alargo, la multiplico. Mis erres son eyes. No hay fonética para
traducir cómo suena esa erre, así que lo más parecido es una mezcla entre la
erre y la ye. No renuncié a eso de la voz de localía, aunque a veces lo modero
cuando la circunstancia me lo reclama. Si estoy tranquilo, dejo que la tonada fluya. Si
estoy en servicio me manejo en inglés, en español neutro si estoy con mis
compañeros hispanoparlantes o en el idioma que convenga a la situación.
Soy
un ser de la rabia, por eso me busqué una profesión de rabia, como para no
desentonar y, de ese modo, permitirle a mi rabia ser posible.
Desde
muy chico soy un ser de la rabia. También aprendí a manejarla desde muy chico.
Que la rabia no se descontrole. Que sirva para algo cuando tiene que servir y
que cuando no conviene usarla, larve. Larve bien, crezca, se ponga gordita. Después,
al soltarla es efectiva, elocuente, mortífera.
También,
desde muy chico, aprendí a que no se me note lo que siento. Trabajando en mi
rabia aprendí a controlar todos los demás sentimientos, entonces, nunca se nota
lo que pasa dentro de mí. Nadie que yo no permita, es capaz de notar lo que
siento.
Muchas
veces pienso que no siento. Que, de verdad, no siento y que cuando escribo
invento sentimientos para descubrir cómo son. Los fabulo. Los imagino.
La
crítica dice que escribo bien. Será por eso que los sentimientos que invento me
salen redonditos. Se parecen a los sentimientos de verdad, a todo eso que
sienten los demás. Sucede, porque aprendí a observar. El silencio te hace
observar al resto, estudiarlos, aprenderlos, concluir sobre las conductas
humanas. Como no pierdo el tiempo hablando, miro, aprendo, después, imito.
Excepto la rabia. La rabia sí la conozco. Sí la siento. No sé cómo es no sentir
rabia, no vivir en estado de rabia. No lo sé. Pero no se me nota. La sé usar.
Ya dije, la sé usar.
Provengo
de un mundo disfuncional. Nací en un mundo disfuncional. Y entonces, cómo no
iba a ser, yo también, disfuncional. Un producto disfuncional que por ser disfuncional
es perfecto en su funcionalidad dentro de la profesión de la rabia.
Quizás
dejé la parte clara demasiado pronto y las circunstancias me enseñaron los
secretos de la parte oscura. Me siento bien ahí porque es ya mi hábitat
natural. La oscuridad no cabe en la luz pero se mimetiza en más oscuridad.
(De: El ser y la rabia)