Siento que hablo con desengaño. Y debe ser así. Esa es sin duda la forma en la que hablo y también, la forma en la que escribo.
No está mal. Han pasado los años y en los días de esos años han pasado muchas cosas, demasiadas. La experiencia real es justamente acumular las cicatrices que las cosas que te pasan te dejan por dentro.
Mi hija menor me preguntó hace unos días si tengo la cantidad de tatuajes que tengo porque me avergüenzo de las cicatrices que también tengo por todo el cuerpo. Le dije que no. Que los tatuajes son una forma de escribir también, entre las cicatrices o sobre ellas, las buenas cosas que te han pasado. «Tengo tu nombre tatuado, gacelita ¿ves? El tuyo y el de tus hermanos».
Los tatuajes, como las cicatrices, te recuerdan tu evolución a través de los días. Son memoria escrita sobre la piel, como las letras de los libros son memoria escrita sobre el papel, aunque uno escriba con desengaño porque es al fin el desengaño el producto de su cosecha.
Y entre todo ese desengaño que nos puebla de su ausencia vital, crecen esas pequeñas otras inscripciones que nos hablan y nos hacen hablar de otros momentos.
Me gustan los momentos de compartir la risa con quien habla conmigo la lengua de mi parte noble, porque soy escuchado y comprendido en esa lengua, como a la vez yo escucho y comprendo a quien me habla en ella. No son muchos. Cada vez quedan menos en este mundo de mi interior donde han vencido las cicatrices, aunque yo siga tatuando sobre ellas las cosas que aún me importan.
La parte noble con su idioma inefable, es absolutamente vulnerable. Por eso no puede andar desnuda por las anfractuosidades de la vida y quizás, también por eso, toda su piel es una cicatriz que la protege, porque toda cicatriz es insensible.
Pero debajo de todo ese apelmazamiento de queloides, hay todavía una voz que no olvida su idioma, aunque nadie lo hable a su alrededor.
Esto que digo está emparentado con aquello que dijo el lagarto de los Alegoritmos: «…todos los monstruos somos, en el fondo, románticos».
¿Qué sería del romanticismo sin el desengaño? Solo la insensibilidad de una cicatriz que ha olvidado su herida y por lo tanto, ha olvidado su propia voz.
El dolor siempre es una voz que habla para recordar quee al estar vivo hay que seguir tatuándose la vida.