La poca luz escupe sobre
nosotros una miseria pulposa dentro de la cual aparecemos fragmentarios.
Mientras avanzamos, sufrimos una metódica disgregación. Nos tajean la
traza ramalazos de sombra y nos vuelven oblicuos, por momentos manchados
de hollín o de harina.
«Lobos suaves. Plateados lobos suaves»
pienso, sin ferocidad. Animales de estepa fría, animales de la piedra de
invierno, animales de pelo emblanquecido por ese polvo trenzado a la
arena lunar que viaja por la luz.
Hay algo en nosotros que huele a los destiempos, a celuloide roto atascado en solo un fotograma que se repite con eternidad.
No
huimos. Avanzamos. Parecemos lo inverso. La otra parte del alma cuando
muere. Esa parte encarnada, sanguinaria y sangrienta, que late tumefacta
en un reducto al que no llegan los médicos ni Dios y que resiste allí,
con un tesón obtuso y desafiante.
Sin embargo, todos nuestros
pasajes por aquí son efímeros. Apenas vuelos de cabotaje dentro de una
oscuridad en la que se terminan las estrellas.
Pienso en este
pelaje que nos cubre con sus mudas tragedias mal pintadas y recupero la
idea de que vivimos desamparados por la luz y prohijados por la
oscuridad.
En esa oscuridad, alguien espera que lleguemos a
salvo, con todos los asuntos que nos unen en los tiempos de unirse y que
luego, también disgregados en la estolidez de la bonanza, nos mantienen
distantes aunque nunca distintos.
Nos vamos y volvemos, como una
feria que trashuma y que para dar su función descuelga lejos el traje
de jauría con el que se aproximará a la castigada arena de su circo,
donde convive la muerte con el día que nunca es el día por venir ni el
día venturoso.
A veces pienso que olemos como la palidez de la
esperanza y que la muerte es una novia inútilmente virgen con la que
hemos olvidado copular en nuestra juventud y ahora camina fatigada,
persiguiéndonos con sus galas rotas, mientras nos ve luchar con las
heridas que el tiempo apolilla en nuestros viejos trajes de morir.
Hay
historias hechas con cadáveres que consiguen llenarme de alegría,
porque toda mi vida ha sido una historia hecha con cadáveres y es como
sé vivir. Ni más ni menos. Es como sé vivir.