Apendicitis crónicas (las páginas colgantes)

TEORÍA DE LA PROSA - IRRESPONSABILIDAD DEL VERSO - IMAGINACIÓN DEL ENSAYO - INCERTIDUMBRE DE LA REFLEXIÓN

Cartillas de la luz

שירים לבן שלי




Te observo, asociando tu voz de cervatillo
a ese brillo de ágil lampadario
que acomoda mis ojos a la vida.

A través de tus dientes
la luz está aprendiendo a sonreír
en un blanco veloz,
como el estallido ancho de una estrella
que choca con mi atmósfera.

Hay mucha luz en esta poción mágica
que canta en tu saliva
y fulgura en el aire, de boca a la penumbra.

Hay algo milenario e inexplicablemente paradójico
en tu revolución
y en tu indisciplina de pájaro
multicolor y saltarín
que acude con una flor de viento
al rescate de un arca naufragada.

 



Tus ojos preguntones son voraces
como un pico de pájaro en un higo.

Cavan con sus cuestiones en mis ojos,
insisten en mis ojos,
acuclillan mis ojos con sus interrogantes
encima de un silencio de respuestas.

¿Y por qué?¿Y por qué? dicen tus ojos.

Si supieras, mi hijo,
cuántas veces yo me comporto igual.
Pregunto y repregunto y repregunto
muchos porqués extraños de la vida

y no tengo respuesta. Ni una sola respuesta.

He aprendido a resignar la incógnita
aceptar en silencio el cronograma
y obedecer la ley de los sobrevivientes.

Trataré de enseñarte que lo absurdo
siempre encierra un motivo.






Como una magia azul vas por el cuarto
investigando el mundo incomprensible.

Estás hermoso como una fantasía,
un duende,
un geniecillo de volver veranos
los inviernos más hondos.

Tu voz gotea sobre el jardín desértico
como un reparador abecedario
destinado sólo para escribir promesas.

Hoy miro los dibujos que trajiste
del jardín maternal.

Aba y Maî van juntos por un bosque
tomados de la mano.

Yo
que soy un experto en neologismos del hebreo más básico
te escucho ese “maí” y pienso: ¿qué mío?

Si no vos ¿qué mío?







Sí, sí, te traje un elefante.
O un perrito de oro o una cabra.

¿Ma zê?

¿Cómo te explico un símbolo
o lo que el símbolo significa para mí y en mí?

Para entender un símbolo hay que vivir un poco.

Te digo que es un jai.

Un elefante que se llama Jai.






Junto a mí
estás dormido como un frágil puñado
de milagros perfectos.

Estás dormido con la serenidad sana de un niño
amado y defendido.

Tu manito es un país de humus en mi pecho,
un islote de tierra franca y fértil
donde sembrar promesas y abundancia.

Te veo dormir y estoy tan quieto
dentro de esta felicidad, tan quieto, tan, tan quieto,
para no despertarte y despertarme
que todo alrededor se ha detenido.

Sólo te miro así, confiado bajo el peso de mi brazo
y con mi pecho en calma
bajo tu mano fecunda de futuros.

Quiero ser muy eterno en este instante.

Trato de no pensar que afuera hay guerra.



Villorrios de papel



"Soy de esos que se deslumbran inmediatamente ante lo bien escrito y quedan así, en una indefensión suspendida desde el grávido peso de la letra.

Deslumbrado y absorto, dejo la vieja sordidez y me transformo en la fuerza canora de un pájaro imposible, muerto sobre el silencio por la inconmensurable vocación de la luz.

Frente a algo bien escrito soy un niño que se conmueve sin dudar y se estremece como un regocijo desatado, como una conmemoración terrestre e íntima, marrón, fecunda, atónita.

Todo lo bien escrito me duele hasta hacerme padecer felicidad y me arrastra y arrasa el sabor bebestible de sus vientos, soplados desde los alfabetos cardinales, esos que forman la expresión y su belleza.

Lo que está escrito bien me vuelve el impudor un alarido y me arrodilla, húmedo de una emoción inconfesable, en el centro del rondel del tiempo.

Los textos bien escritos hacen su sanadora magia con mis odios y regresa, entonces, un brillo de limón a mis pupilas".



Francine Moore detuvo el sorbo de café. Paladeó solamente aquello que leía, como si hubiera descubierto, en ese párrafo, su propia voz y esa voz, la suya, se detuviera para escucharse hablar. 

Se oyó en voz alta, repitiendo aquel trozo de uno de los cuatro libros escritos por quien la superioridad le había determinado como “objetivo”. Luego de una intensa campaña, Francine había podido conseguir sólo esos cuatro ejemplares viejos, traducidos al inglés.

Había peregrinado por sus propios medios y acuciado telefónicamente a sus contactos lectores para saber si en el haber de alguien había un libro más “de los primeros de J.”, aclaró. 

Como excusa para tanto apuro y exigencia, interpuso una compulsión que no inventó y que nadie de sus contactos sometió al riesgo de la duda.

Francine era, además de su trabajo part-time para la "Compañía", una arqueóloga a la que todos tenían por rigurosamente científica, casi hasta la extravagancia, aunque sumamente insistente con sus asuntos de interés y además, todos sus más cercanos conocidos, sabían que se obsesionaba fácilmente con algunos autores de novela y de poesía y hasta que no acababa comprando la colección de sus obras completas, no cejaba ni en la lectura ni en el empeño, como si la literatura fuera más una cuestión de vida o muerte que algo para dar placer a los espíritus.

Había conseguido esos cuatro libros en su traducción inglesa, todos de ediciones agotadas y pertenecientes a bibliotecas ajenas a las que prometió devolverlos y, también, uno o dos ejemplares de la misma época, pero ya en el idioma propio del autor, los que luchó por comprender como pudo, aplicando el traductor de Google.

—Ya me tomaré mi tiempo para los que están en español —se planteó a sí misma cuando encontró la colección en ese idioma, durante una zambullida dentro de Amazon.

Para ella era definitorio el material antiguo porque allí estaba el germen, el principio, los enigmas vitales con los que el autor se había edificado como tal.

Aplicaba para el descubrimiento íntimo de aquel hombre que Janis Miller le había encargado permear,  el mismo criterio científico que imponía a sus investigaciones de ruinas y de civilizaciones pasadas. Materiales, estructuras, cimientos, como quien reconstruye una ciudad oculta, una ciudad enterrada, secreta, inaccesible. 

Un hombre en los comienzo de su edificación es como una civilización que se consagra sobre la tierra con un sello distintivo y único.

Así entendía la cosa Francine Moore. 

La identidad profunda que ella descubría en aquellos libros se iba apoderando extrañamente de sus propias zonas ocultas, como una suerte de embrujo al que en vez de resistir, su avidez se plegaba, mansamente, cediendo con una docilidad erógena y serena, casi como de autosatisfación, dentro de una maravillosa oscuridad.


(De: Sensación de moebius)

Fábula del cuervo y la serpiente



Ay, mujer despechada que te volvés mediocre,
minúscula a mis ojos
en tus groseras furias vengativas,
¿por qué no conseguís mantener la dignidad de tu rabia
 e intentás agraviar a cualquier costo y por cualquier resquicio?

Te filtrás insidiosa
como un virus que todo lo bueno vuelve putrecible y,
 si uno, aún, guarda de vos un buen recuerdo
te das prisa para despedazarlo
con las mismas uñas con las que no conseguiste
 arañarme la hombría.

Entonces,
rabiosa, mujercita, despechada,
envalentonada por quién sabe o entiende cuál enojo
te ensañás con la buena memoria con que intento rescatarte
y estropeas lo poco bueno
que me queda de haberte conocido.

Cuando veo algo así,
miro curiosamente a ese, tu animalito furibundo,
y me siento repleto de piedad,
porque lo patético me produce una piedad profunda
 antes que una repulsa aún más profunda.

Me gana la piedad, la conmiseración
por esa, tu personalidad desarreglada,
 que se revuelve en su propia inestable conmoción,
buscando en la bajeza de sus armas,
la condición para humillar las mías.

No uso armas con vos.
Con esta larga lástima me alcanza
para no discutir por tus dicterios.

Y todos saben que las ratas
no se matan con el Tavor
 o, como se dice en Argentina:

 “no hay que gastar la pólvora en chimangos”.

No lo tomes como una represalia.

Es tan sólo una burla
darte juego.



Post scriptum





En mi corazón late un frío sonoro, pálido por momentos. Late, indisciplinado como la rabia. Se apaga y vuelve y vuelve y se apaga, como si estuviera hecho de mar profundo.

Llevamos un buen rato esperando a Al-Shawiri. Es un hombre puntual y meticuloso con el que me llevo bien. 

En general y a pesar de las complicaciones de este ramo, también en él se establecen simpatías y se otorgan votos de confianza. Habitamos en el archipiélago de los solos y, de vez en vez, hacemos señales hacia las otras islas. Señales sencillas, que puedan ser reconocidas sin dudar, reconocidas, como parte de un código del que se respeta su cifrado. Los que no lo respetan son invasores. Eso también forma parte de nuestro códice de supervivencia.

Con Al-Shawiri puedo conversar de muchas cosas. Compartimos el sesgo de otras vocaciones a las que le dedicamos un tiempo que intentamos guardar en los bolsillos, robándolo al tiempo que nos roba la vida. Escribe, como yo, e igual que yo tiene momentos de debacle y brillantez que oculta en sus libros con un nombre de guerra que no usa en la guerra. Ni él ni yo usamos nuestro nombre de tanto usar nombres de guerra que nos permitan escribir de guerras y de todas las miserias subrepticias que abonan el territorio del terror al ejercicio de la condición humana.

Al-Shawiri y yo solemos encontrarnos en alguna que otra Feria del Libro de tal o cuál lugar. Damos conferencias breves y escapamos de la multitud, con ese anonimato protectivo que tienen las arañas: cazan y desaparecen en sus lugares cuevas. Solamente vamos a puntuales sitios donde estamos a gusto y podemos retirarnos rápido por las puertas laterales.

David no es escritor además del trabajo oficial. Él es anticuario. Posee una tienda mágica en Tánger que las otras rutinas le obligan a abandonar o delegar en manos de otra miembro de la raza que además de ser de la raza, es pintora.

Al-Shawiri sostiene que vivimos fuera del mundo de los demás y que por eso podemos escribir historias que parecen películas o sencillamente, ficción, novela negra. Eso nos da un plus en el campo de la realidad. Vivimos en una especie de cuento por no decir que vivimos en una mentira constante en la que nos enriquecemos de tanto empobrecernos. La única fortuna es poder poner en una hoja de papel esta colección de monedas de miseria que vale lo que somos. O no vale. En realidad, no vale nada ese aspecto prescindible en que nos sumimos de jóvenes por aventureros y de viejos porque no servimos para nada más. 

Acabamos viviendo en dos cuentos: el de la cruda y ardua realidad y el que escribimos para soportar el primero.

Dos cuentos al fin, ni más ni menos. Como si fuéramos sólo un personaje. 

(De: Sensación de moebius)


Imagen: Reader by H. Koppdelaney



Desagregadamente


“A veces las cosas se descubren sin asombro. Suceden en el tiempo en que deben suceder y lo verdaderamente asombroso es que no sucedieran antes; entonces, no hay ese asombro ingenuo que nos otorga lo imprevisible. Lo que sucede es lo que se esperó que aconteciera, incluso cuando es a destiempo. Llega como algo necesario, ineludible.
Así son los ciclos”.

—Además —le digo a Benedict— si estamos compenetrados con nuestro proceder interior, nos tornamos previsibles para nosotros mismos. Sabemos que lo que tiene que ocurrir, ocurrirá. Todo es cuestión de tiempo.

“Las resoluciones están ahí. Están agazapadas dentro de nosotros. Son consecuencia de cada geografía íntima y de su erosión. También nuestro interior es un ecosistema que se define y modifica conforme avanzan la vida y el tiempo sobre él”.

—Sobrevivir es adaptarse. Vencer es adaptarse. Irse, dejar algo que nos fue importante en su momento… también es adaptarse y avanzar —consuelo a Benedict aunque sé que él también está consciente de lo que explico—Tarde o temprano, todo aburre, todo cansa, todo harta si no se modifica y a veces no dependen de nosotros esas modificaciones. Es el sistema en el que estamos inmersos –y que no da para más– lo que acaba por bloquearnos la libido.

“Tomar distancia ayuda a comprender porque el punto de inflexión se ve solamente si uno está lejos de él. Dentro de él sólo se ve la espira que se revuelve sobre sí en todas sus concéntricas similitudes. Ni más ni menos que una prisión, que, aunque tenga grandes espacios recreativos, no deja de ser una prisión. La libertad siempre está del otro lado del muro”.

—El vértigo en el que te satisface vivir, también es una prisión. —sentencia Benedict, con su piadosa crueldad de manso y se queda allí, en el espejo, contento de lo dicho, porque esta vez soy yo el que se va de ahí.

A veces siento un profundo deseo de escupir en su sonrisa.

(De: Sensación de moebius)


Imagen by Jason Bassett

Participan en este sitio sólo escasas mentes amplias

Uno mismo

En tu cuarto hay un pájaro (de Pájaros de Ionit)

Un video de Mirella Santoro

SER ISRAELÍ ES UN ORGULLO, JAMÁS UNA VERGÜENZA

Sencillamente saber lo que se es. Sencillamente saber lo que se hace. A pesar del mundo, saber lo que se es y saber lo que se hace, en el orgullo del silencio.

Valor de la palabra

Hombres dignos se buscan. Por favor, dar un paso adelante.

No a mi costado. En mí.

Poema de Morgana de Palacios - Videomontaje de Isabel Reyes

Historia viva - ¿Tanto van a chillar por un spot publicitario?

Las Malvinas fueron, son y serán argentinas mientras haya un argentino para nombrarlas.
El hundimiento del buque escuela Crucero Ara General Belgrano, fue un crimen de guerra que aún continúa sin condena.

Porque la buena amistad también es amor.

Asombro de lo sombrío

Memoria AMIA

Sólo el amor - Silvio Rodríguez

Aves migrantes

Registrados... y publicados, además.

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Feria del Libro de Jerusalem - 2013

Feria del Libro de Jerusalem - 2013
Café literario - Centro de convenciones de Jerusalem

Acto de fe

Necesito perdonar a los que te odiaron y ofendieron a vos. Ya cargo demasiado odio contra los que dijeron que me amaban a mí.

Irse muriendo (lástima que el reportaje sea de Víctor Hugo Morales)

Hubo algo de eso de quedarse petrificado, cuando vi este video. Así, petrificado como en las películas en las que el protagonista se mira al espejo y aparece otro, que también es él o un calco de él o él es ese otro al que mira y lo mira, en un espejo que no tiene vueltas. Y realmente me agarré tal trauma de verme ahí a los dieciseis años, con la cara de otro que repetía lo que yo dije tal y como yo lo dije cuarenta años antes, que me superó el ataque de sollozos de esos que uno no mide. Cómo habrá sido, que mi asistente entró corriendo asustado, preguntándome si estaba teniendo un infarto. A mi edad, haber sido ese pendejo y ser este hombre, es un descubrimiento pavoroso, porque sé, fehacientemente, que morí en alguna parte del trayecto.

Poema 2



"Empapado de abejas
en el viento asediado de vacío
vivo como una rama,
y en medio de enemigos sonrientes
mis manos tejen la leyenda,
crean el mundo espléndido,
esa vela tendida."

Julio Cortázar

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.
1a. edición - bilingüe